Durante años, el llamado el nuevo testamento a una entrega total de todo el hombre, con su vocación, su familia y sus distracciones, parecía virtualmente perdido. Se permitió que aumentara la separación entre una fe viva y la vocación secular del individuo. Sin embargo, un pequeño grupo de cristianos descubrió que la religión no existe separadamente de las otras formas de experiencia, sino que es la transfiguración de la experiencia toda. A ellos pertenece Keith Miller, que nos da en este libro el testimonio de su participación en esta aventura.
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