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San Ambrosio, obispo de Milán (siglo IV), apóstol infatigable y defensor de la doctrina de Cristo, ante la difusión de la inmoralidad pagana en los territorio milaneses, predicó con gran celo la moral cristiana y las virtudes evangélicas.
Con su brillante oratoria, fue el doctor de la virginidad, de la castidad, de la pureza y del amor cristiano. La libertad del espíritu, la alegría de vivir en Santo Evangelio, se encuentran en el dominio del cuerpos y de las pasiones desordenadas. La verdadera exigencia del espíritu humano está en la consagración amorosa a Cristo y en el control y dominio de los apetitos carnales.
San Ambrosio nos enseña, como maestro de la Iglesia, las pautas morales del verdadero concreto del sacramento del matrimonio y de la vivencia de la virginidad y la castidad, según la enseñanza apostólica. Hoy se quiere negar el valor de la virginidad y Ambrosio, al contrario, una vez más nos hace comprender que la virginidad y la castidad son un patrimonio exclusivo de la religión revelada por Jesucristo e interpretada por la Iglesia.