Tesina no autorizada por la autora para publicar en RIUCEL.

Licenciado en nutrición.

Universidad del Centro Educativo Latinoamericano. Facultad de Química.

La pandemia de COVID-19 se ha extendido rápidamente por todo el mundo en cuestión de
meses, cambiando la vida cotidiana e impactando significativamente en los sistemas de salud
condicionando así la disponibilidad de los recursos económicos, materiales y humanos. En1
consecuencia, la mayoría de los países afectados han implementado medidas estrictas para
asegurar el distanciamiento social y rigurosas disposiciones sobre visitas físicas a los centros de
salud (Álvarez y col., 2020).
En el contexto de esta enfermedad, hay varios escenarios clínicos que se pueden presentar
dentro de los establecimientos de salud al momento de manejar a los pacientes con COVID-19. Una
de las mayores dificultades encontradas en esta población es el interrogatorio para confeccionar
una adecuada valoración nutricional, debido a la necesidad de evitar el contacto de múltiples
profesionales con los pacientes infectados por COVID-19 con el objetivo de minimizar el riesgo de
contagio (Krznarić y col., 2020).
No obstante, no se debe perder de vista la importancia de una evaluación temprana del
riesgo nutricional, de la función gastrointestinal y de los riesgos de aspiración junto con el apoyo
nutricional enteral oportuno para el pronóstico de estos pacientes (Barazzoni y col., 2020).
Aunque algunos pacientes ingresados con COVID-19 ya cursan con un bajo peso, están
desnutridos o en riesgo de desnutrición debido a patologías preexistentes, muchos de ellos,
incluidos los que tienen sobrepeso/obesidad, pueden estar en riesgo de desarrollar desnutrición
como resultado de la enfermedad por COVID-19. Por este motivo resulta esencial evaluar el riesgo
tan pronto como sea posible, siempre utilizando herramientas validadas para este fin (Asus y col.,
2020).
La desnutrición hospitalaria es un problema frecuente en los pacientes que ingresan en el hospital. Diversos estudios reportan prevalencias que oscilan entre el 10% y el 85% en función tanto
del tipo de pacientes analizados (ancianos, niños, quirúrgicos, oncológicos), de la categoría de
hospital donde son admitidos, como de los marcadores de valoración nutricional empleados para
su evaluación (Braunschweig y col., 2000; Planas y col., 2004).